viernes, 25 de febrero de 2011

Aprender de la experiencia ajena

by Dapo - Domingo 17 Octubre 2010Sin Comentarios
Por: Felipe Assadi
Los mexicanos llaman “segundos pisos” a un proyecto de vialidad que se inició a comienzos de esta década y que pese a un dilatado proceso de construcción, que aún no termina del todo, ya es posible visualizar en su complejidad. El plan intenta, en pocas palabras, reducir el flujo vehicular sobre las dos vías troncales principales de la ciudad, el Anillo Periférico y el Viaducto Miguel Alemán, duplicando su superficie en un segundo nivel.
La propuesta, sin duda más política que urbanística, tenía proyecciones que a la vista no se han cumplido. Los atochamientos en estas vías hacia el año 2002 determinaban una velocidad promedio de 6 km/h en algunos lugares en horas punta. Hoy, sin embargo, es posible pasar por algunos tramos de dos kilómetros en una hora.
carreteras
Independiente del impacto visual que tienen los segundos pisos, tanto en la imagen de la ciudad como en las edificaciones afectadas por su intrusión en la trama urbana, las pistas elevadas sufren en sus conexiones con la superficie. Era predecible que un estancamiento al menos similar al preexistente se convertiría en el problema número uno de esta gran idea.
Una de las objeciones iniciales, más allá de haber previsto lo anterior, fue asignarle recursos a un proyecto que incentiva el uso del automóvil en lugar de fortalecer un sistema de transporte público deficitario. Nosotros no estamos lejos de ninguna de estas mega ideas. Ya hay quienes quieren hacer un tranvía elevado en la zona oriente de Santiago. Un pequeño empujón bastaría para que un coqueto monorriel se transforme en una “solución” a la congestión que no logró solucionar ni la Costanera Norte ni el túnel del San Cristóbal.
Recuerdo que durante la construcción de los segundos pisos mexicanos, la ciudad sufrió el impacto del levantamiento de una gigantesca mole de concreto. Las vías antes mencionadas generaban un espacio urbano que fue llenado por estas enormes autopistas, dañando además todo lo que quedó bajo ellas.
Postdata: Y ahora se entiende que la solución no era aumentar la superficie –que a su vez incrementa el flujo vehicular– sino tal vez disminuirla y “penalizarla” con peaje.

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